miércoles, 5 de septiembre de 2007

ANGEL

ANGEL

Dios estaba tan ocupado en crear a las madres, llevaba ya seis días, trabajando extraordinariamente, cuando un ángel se le presentó y le dijo: “Te afanas demasiado señor”. Y el señor le repuso: “¿Acaso no has leído las especificaciones que debe llenar este pedido? Esta criatura tiene que ser lavable de pies a cabeza, pero sin ser de plástico; llevar 108 piezas movibles, todas reemplazables, funcionar a base de café negro y de las sobras de la comida. Poseer un regazo que desaparezca cuando se ponga de pie; un beso capaz de curarlo todo, desde una pierna rota hasta un amor frustrado... Y seis pares de manos”. Y el ángel confundido observó: ¿Seis pares de manos? Eso no es posible”. “No son las manos el problema, agregó el señor, sino los tres pares de ojos”. Y eso ¿para el modelo normal? Inquirió el ángel. El señor insistió; uno para ver a través de la puerta siempre que pregunte ¿niños que andan haciendo? Aunque ya lo sepa muy bien. Otro, detrás de la cabeza para ver lo que más valiera ignorar pero preciso saber. Y, desde luego, los de adelante para mirar a un niño en apuros y decirle, sin pronunciar siquiera una palabra, “ya entiendo hijo y te quiero mucho”. El ángel tiró de la manga y advirtió mansamente: “vale más que te vayas a la cama, Señor, mañana será otro día... “No puedo, y además me falta poco. Ya hice una que se cura por sí solo cuando enferma, que es capaz de alimentar a una familia de seis con medio kilo de carne molida y persuadir a un chiquillo de nueve años que se esté quieto bajo la ducha. Lentamente el ángel dio la vuelta en torno de uno de los modelos maternales. “Me parece demasiado delicado”, comentó con un suspiro. “Pero es muy resistente”, aseguro Dios emocionado, “no tienes idea de lo que es capaz de hacer y de sobrellevar”. ¿Podrá pensar? “¡Claro! Y razonar y transigir”. Por último el ángel se inclinó y pasó una mano por la mejilla del modelo. “¡Tiene una fuga!” “No es una fuga, es una lágrima”. Y ¿para qué sirve?, para expresar gozo, aflicción, desengaño, pesadumbre, soledad y orgullo. “Eres un genio, Señor”, dijo el ángel. Y Dios, con un perfil de tristeza, observó: “Yo no se la puse”.
AUTOR: Anónimo

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